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ANA MARIA SACCOMANNO

               Llegar no fue difícil, aquel camino era parte de su geografía interior, el lugar, sin embargo había cambiado…el recuerdo de infancia recorría aquel espacio tan abierto, tan libre, que para establecer sus límites había quedado congelado en la memoria. En seguida aparecieron los atajos, las escondidas, la música y aquella voz que solo estaba allí y en el recuerdo.           

               Tampoco fue difícil encontrar la casa. Un típico chalet americano de la década del cincuenta, en un barrio abierto, armado de estructuras para completar a gusto de cada propietario.

               Invariablemente desde el porche de entrada de la casa sencilla y acogedora, el aroma invitaba a la cocina. Allí siempre ganaba la batalla la sopa, la sopa de verdad, esa que dormitaba en la hornalla hasta garantizar su sabor.

               En otro espacio la espátula golpeteaba en el bol de porcelana, donde los ingredientes se reunían en una logia secreta que terminaba su misión en el horno, presagiando  una tarde dulce y prolongada.

                             En el jardín, ese intenso paraíso de ciruelos y flores de papel, el jardinero arrastraba imágenes de otro tiempo y… aquella voz, la voz, que recorría el lugar que le era propio, se oía esbelta o desgarbada según los seguidores de ese día. Todos buscaban ese espacio con locura y se sentían libres sin saber que solo recorrían su deseo…De pronto se encontró pensando en cada infancia devenida en adultez esbelta o desgarbada, en la vejez…

                Ensimismada en una multitud de recuerdos y de sombras quería estar ahí y no quería.

                El golpe de la esfera contra la pared la volvió al escenario de trabajo, caían los ladrillos de la chimenea preparando el terreno para la nueva estructura proyectada y así saliendo de ese espacio polvoriento y mágico la vio…joven, esbelta con la melena enrulada, esa de la que tanto renegaba. Salía caminando hacia la calle, se iba para siempre una vez más, ese ya no era el lugar de sus ensueños.

                La acompañó con la mirada atónita y a otro golpe de piqueta ella también emprendió la retirada, la acompañaba aquella canción que cuando niña le había enseñado.

© ANA MARIA SACCOMANNO

PARA ELISA

Pilar, abril 2014.

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